martes, agosto 15, 2006

El Amargo Trago de Trasgo


Esta es la historia de Wilfredo de Nieva, a quién hoy llamamos duende o trasgo.

Wilfredo vivía en una comarca medieval, era un hombre de buen corazón y amaba a una doncella.
El padre de Wendolina, que así se llamaba la joven, era un acaudalado empresario que había hecho fortuna gracias a métodos poco ortodoxos como, por ejemplo, la venta de cubos de tierra para que cada propietario se hiciese su propio terreno.
Esto era mal visto por el Alcalde de aquella ciudad, quien mandaba encarcelar a los engañados compradores acusándoles del robo de terreno urbano, y perdiendo así sus propiedades de metro cúbico, sus dineros y libertades.
Posteriormente Alcalde y empresario se repartían los beneficios.
Años mas tarde el propio empresario sería encarcelado y ajusticiado al estafar en ventas por correo a media Europa. Los incautos compraban su elixir de la juventud, una sustancia de color ámbar y fuerte olor que las personas de mal paladar identificaban como cerveza, y que se enviaba en una bonita botella previo pago de una sustanciosa suma dineraria.

Pero eso fue mucho después de la trágica historia de Wilfredo y Wendolina.

Egidio de Casasbellas, estafador y futuro suegro de Wilfredo, no simpatizaba con aquel muchacho ni con el amor que su hija le profesaba.
Wendolina era hermosa e inteligente y de eso tenía poco su amado Wilfredo, pero a ella no le importaba.
Una noche de verano, recorriendo la pareja la orilla del río, la plateada luna fue testigo de los besos enamorados y posterior entrega de él a ella y ella a él. Se amaron dulcemente entre los juncos durante horas y Wendolina depositó la semilla del amor en el corazón de Wilfredo y éste hizo lo propio en el interior de Wendolina, que quedó embarazada.

Egidio, enterado de aquel que consideraba un sucio acto y olvidando los propios, tuvo la usual idea de la época de recluir a su hija en un convento y hacerse dueño de la vida del desolado Wilfredo, quien fue considerado su esclavo por orden del Alcalde... como era de esperar.
A los nueve meses Wendolina dio a luz dos hermosos bebés, una niña y un niño, tan puros de corazón como su amado Wilfredo y, en vista de las sospechosas intenciones de la madre superiora, decidió huir con ellos a un lugar que se desconoce.

Wilfredo fue sometido a la mas infame degradación durante todo ese tiempo.
Egidio de Casasbellas juró acabar con la vida del pobre hombre en venganza por la desaparición de su hija, mas no por la de sus nietos, quienes estaban destinados a morir nada mas nacer.
Una mañana dio la noticia a Wilfredo del alumbramiento de sus hijos y le lanzó una piel de carnero negro a la cara con la promesa de que si la lavaba y la dejaba blanca quedaría en libertad.
Fueron mas lágrimas que agua lo que bañó aquella piel de carnero y Wilfredo la frotó y frotó hasta hacerse un agujero en la mano izquierda... pero la piel siguió negra.
Entonces Egidio, disfrutando del dolor que delataban los ojos del muchacho, volvió a engañarle con falsas promesas y le ordenó que trajese agua del río en una cesta de mimbre hasta llenar su estanque.
Cumplido esto le dejaría en libertad.
Entre viaje y viaje, viendo como el agua escapaba sin remedio de la cesta sin guardar una gota, Wilfredo fue adquiriendo un aspecto extraño. Su rostro se volvió grotesco y su piel ennegrecída.
Aquellos ojos que irradiaban bondad ahora eran dos luminosas concavidades verdosas, pero nunca mostraron odio.
Una noche, con la intención de ver como Wilfredo se sumía en la locura, Egidio le dio unas palmadas en la espalda y esparció por el suelo un puñado de brillantes, indicando que los recogiese y huyese con el botín en busca de su amada.
Wilfredo se lanzó al suelo y, pensando en el reencuentro con Wendolina y sus hijos, veía con desesperación como cada brillante que cogía se escapaba por el agujero de su mano.
Egidio reía sin parar, y no dejó de hacerlo cuando entraron los guardias a detenerle por la estafa del elixir de la juventud.

Dicen que Wilfredo escapó una noche de tormenta y se perdió en el bosque.
Pero ya no era un humano como todos los demás.Wilfredo de Nieva vivía en un mundo paralelo al conocido.
Desde entonces y hasta la fecha se le ve entrar en las casas y hacer todo tipo de labores domésticas y travesuras, con la esperanza de recuperar la alegría que perdió un día.
Esconde las llaves, apaga las luces, hace chirriar las puertas, te sopla detrás de la oreja sin ser visto y todo tipo de inocentes gamberradas que le proporcionan una pasajera risa.
Quien le descubre suele echar maíz en el suelo para que lo recoja, o le encargan alguna tarea difícil de realizar, entonces Wilfredo se va y les deja en paz.

La única vez que logré verle llevaba un sombrero rojo y una hermosa sonrisa, acababa de esconderme unos papeles.
No le obligué a nada, por eso sé que vuelve a visitarme y a hacerme alguna travesura... no me importa, todo sea porque recupere su alegría.

Quizás un día, cuando ya no haga falta en este mundo, le proponga una aventura y salgamos los dos en busca de su amada Wendolina.

Esta historia que me he inventado está inspirada en la leyenda del Trasgo o Trasgu, duende perteneciente a la mitología cántabra y que tiene de leyenda lo mismo que tiene la pérdida de un objeto en tu propia casa.

Verdad o no, Trasgo o Wilfredo de Nieva, me acompaña desde la infancia.

Elsinmás

Diversas definiciones de Trasgo:link link link link

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